Seguramente has escuchado la frase “somos lo que comemos”, ¿cierto?
Pero la realidad es aún más interesante: somos lo que comemos y lo que nuestras bacterias intestinales hacen con esa comida. Aquí entra en juego un protagonista silencioso pero vital: la microbiota.
La microbiota es ese conjunto de bacterias buenas que viven en nuestro intestino. Aunque suene raro pensar que millones de microorganismos viven dentro de nosotros, lo cierto es que gracias a ellas podemos digerir los alimentos, absorber nutrientes, producir vitaminas y hasta fortalecer el sistema inmune. En otras palabras, sin ellas, nuestra salud se vería seriamente comprometida. Lo curioso es que la microbiota no solo afecta el cuerpo, también tiene un papel clave en cómo nos sentimos emocionalmente.
Estudios han demostrado que el intestino está conectado con el cerebro a través de lo que llaman “el eje intestino-cerebro”. Así que cuando alimentamos bien nuestra flora intestinal, también estamos cuidando nuestro ánimo, reduciendo el estrés e incluso la ansiedad. Ahora bien, ¿cómo la cuidamos? Lo primero es revisar lo que ponemos en nuestro plato. La comida ultraprocesada, las bebidas azucaradas y el exceso de antibióticos debilitan nuestra microbiota. En cambio, los alimentos ricos en fibra, frutas, verduras, legumbres y probióticos (como el yogur natural, el kéfir o el chucrut) fortalecen esas bacterias buenas que tanto necesitamos. Un detalle importante es la constancia. No se trata de comer sano un día y al siguiente volver al exceso de comida rápida.
El cuidado de la microbiota es un estilo de vida. Incluir diariamente alimentos variados, naturales y balanceados es la mejor inversión que podemos hacer por nuestra salud a largo plazo. Cuidar la microbiota también influye en la energía con la que vivimos el día a día. Cuando el intestino funciona bien, el cuerpo procesa mejor los nutrientes, y eso se traduce en más vitalidad para trabajar, estudiar, hacer deporte o simplemente disfrutar con quienes amamos. Y si hablamos de defensa, una microbiota fuerte es como un escudo protector contra enfermedades.
En conclusión, cuidar la microbiota es cuidar nuestra calidad de vida. No es un tema exclusivo de expertos en nutrición, sino una práctica que todos podemos incorporar con pequeños cambios: comer más natural, reducir procesados y darle un lugar especial a los probióticos y la fibra en nuestra dieta. Así de simple, así de poderoso. Recuerda: tu microbiota es tu aliada. Cuídala, aliméntala bien y ella se encargará de mantenerte sano, con energía y con una sonrisa de adentro hacia afuera.
 
					